jueves, 13 de abril de 2017

Cine: Incierta gloria de Agustí Villaronga (2017)

He leído en alguna crítica que el cine de Agustí Villaronga es cine de almas ennegrecidas. Y está muy bien definido así. Porque no es que el director se regodee en las miserias humanas ni que postule sobre la maldad intrínseca del ser humano sino que sitúa a sus personajes en situaciones miserables y aprovecha para que observemos sus comportamientos y si queremos les entendamos o no. 

Así lo hacía también en Pan negro, donde elegía como situación miserable la Posguerra Civil, pero sin tratarla como una historia política o de soldados perdedores y de represión sino una historia más cercana a una miseria moral más antigua y permanente que, en condiciones normales no se ve pero que se sigue desarrollando, como una corriente subterránea e imperceptible que, en situaciones miserables, sale a la luz con toda su potencia y vigor. 


Las películas, como cualquier otra obra de creación, tienen distintos niveles de lectura e interpretación. En Incierta gloria, ambientada en la retaguardia del Frente de Aragón casi al final de la Guerra Civil, el hilo conductor de todos los niveles simbólicos es el de la decrepitud. El director ha retratado esta decrepitud de una forma muy poética y macabra: en un edificio en ruinas se reúnen para tomar el té, el café o el chocolate, los cadáveres tal y como fueron enterrados, vestidos con sus mejores galas. Eso sí, cadáveres de la gente importante, al resto lo llevan a las buitreras.


También hay decrepitud en las relaciones entre los tres personajes jóvenes. Son relaciones de amistad y amor marcadas por el fin, pero ninguno de los protagonistas se atreve a decirlo claro. Es un triángulo amoroso que se mantiene porque los intervinientes no quieren reconocerse a sí mismos que todo ha terminado. El ideal del amor, el ideal de la amistad y el ideal de una revolución política, todo está a punto de convertirse en cenizas, como las  imágenes de santos quemadas por los anarquistas en las plazas. Estos tres jóvenes, dos hombres y una mujer, que se conocen desde niños, que han estudiado juntos y que deseaban hacer la revolución juntos, no podían imaginar su fracaso vital absoluto.


Lluis y Trini decidieron tener un hijo y no casarse, pero Lluis hace tiempo que ya no siente nada por Trini. Se esconde en la guerra y así no tiene que enfrentarse a decírselo a ella. Juli, amigo de la infancia y compañero de estudios de Lluis, ama a Trini desde siempre, pero su amor hacia Lluis le impide confesárselo. Los tres viven sus disimulos y mentiras. En el fondo, aunque se crean unos revolucionarios, son personajes limitados por su mentalidad pequeñoburguesa, sus frustraciones y su vida antes de la guerra, relativamente cómoda. Juli es el personaje más excesivo y pasional, nihilista y por eso mismo antipático y egoísta, que parece que ha llegado ya a su límite. Es capaz de besar un cadáver pero incapaz de suicidarse. Por el contrario, Lluis se muestra más pasivo y va donde le dicen que tiene que ir y hace lo que le dicen que tiene que hacer.


Trini es un personaje más convencional; a pesar de su matiz revolucionario actúa como una esposa y madre abnegada que, incluso, ha decidido bautizarse. Quizá porque como mujer, es secundaria en la vida de los dos hombres que, de alguna manera, se la disputan o quizá porque sus problemas de pequeñoburguesa desaparecen al enfrentarse a los problemas y abusos sufridos por las mujeres pobres. En la película queda ensombrecida por dos personajes femeninos mucho más radicales y potentes y que nunca se comportan con ella como si fueran sus rivales: Olegaria y la Carlana.


Luisa Gavasa interpreta a Olegaria. La mujer del pueblo, acostumbrada a sufrir y a rezar; la sabiduría de quien sabe que las cosas no cambian nunca porque quienes son incapaces de cambiar son los seres humanos. Es el pensamiento mágico y la costumbre por encima de la lógica y el cambio. Es la personificación del pueblo a quien iba destinada una revolución pensada por burgueses en las ciudades. Ofrece refugio a quien lo pide, sin preguntar nada.


Pero el personaje estrella de la película es la Carlana, interpretada por Núria Prims. Desde mi punto de vista, es un personaje fascinante y no bien entendido por parte de los hombres. Por las críticas que he leído, la comparan siempre con una inmensa araña negra devorahombres, una gran diosa oscura que corta los hilos de la vida según su conveniencia y así se ve representada también visualmente en la película. Algunos críticos, amablemente, disculpan su actitud y su comportamiento de araña porque están inspirados por su lucha por la supervivencia.


Olivella, la Carlana, es la mujer pobre apaleada, explotada y violada desde niña. Primero por el borracho de su padre y después por el señorito del pueblo que le hace dos bastardos y que termina asesinado por los anarquistas. La Carlana no tiene ninguna intención de atraer a los hombres a la perdición. Son los hombres, también los pequeñorevolucionarios con sus pequeños problemas de conciencia, los que se acercan para seguir aprovechándose de ella o para morir en el intento. Aunque, esta vez, la turbulencia de la guerra será beneficiosa para ella y para sus hijos y la Carlana jugará inteligentemente sus cartas: de ser la querida del cacique pasará a ser la señora del castillo. Por esto yo no veo a la Carlana como una voraz y vengativa mantis religiosa sino como un animal más noble y luchador. Una leona que defiende a sus cachorros.



Esta película es adaptación de la novela de Joan Sales del mismo nombre, considerada un clásico en la literatura catalana. Es una novela muy extensa que me leeré el próximo verano y recomiendo la película sin dudarlo, además por los secundarios de lujo: Terele Pávez, Fernando Esteso y Juan Diego. 


Dirección: Agustín Villaronga 
Guion: Agustí Villaronga y Corral Cruz (Novela de Joan Sales)
Música: Marcus Jgr
Fotografía: Josep M. Civit
Intérpretes: Marcel Borràs, Núria Prims, Oriol Pla, Bruna Cusí.

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