lunes, 6 de marzo de 2017

Cine: Julio César de Joseph L. Mankiewicz (1953)

Esta película dirigida por Joseph L. Mankiewicz en 1953 ha quedado como una de las mejores adaptaciones de la obra de teatro de Shakespeare. No sólo por ser un ejemplo claro de manipulación de las masas, un retrato del poder y de la ambición política sino también por su depurado clasicismo visual. Es un discurso sobre la ambigüedad del discurso político, sobre los motivos espurios que fundamentan decisiones, que serán convenientes o no para el conjunto de la sociedad, pero que se saben revestir de responsabilidad por la cosa común y de espíritu de sacrificio. 

Julio César perteneció a una familia patricia y desempeñó distintos cargos políticos en Roma, en un momento bastante convulso. Era temido por su ambición y sus éxitos políticos y militares no hacían más que acrecentar este temor, al mismo tiempo que disminuían el poder del senado romano. Sin embargo, parece ser que el pueblo le adoraba y sus soldados también.
Julio César, Calpurnia y Marco Antonio
En este punto, comienza la película de Mankiewicz. La inquietud de algunos senadores empieza a tomar forma de conspiración para acabar con el César que ha ido acumulando demasiados poderes y que empieza a permitirse extravagancias propias de quien se cree un dios. Estos senadores, desde distintos puntos de vista, son los que se encargan de presentar al personaje de César que, apenas, aparece en la película. Debemos de creer a estos senadores que, al mismo tiempo, también exponen sus dudas sobre la conveniencia del magnicidio. A la certeza sobre la conveniencia del asesinato, representada por Casio (John Gielgud) se contrapone la vacilación de Bruto interpretado por James Mason.

El asesinato
Pero, sin duda, lo que yo destacaría de esta peli son los dos discursos de los protagonistas. Sobre todo el discurso de Marco Antonio, interpretado por Marlon Brando, queda como una obra maestra de la manipulación de masas. El pueblo romano, después del discurso de Bruto, había aceptado la muerte de Julio César por ser un político demasiado ambicioso y casi traidor a la patria romana. Bruto les había convencido de que sus motivos para el asesinato no eran el odio hacia Julio César sino el amor profundo hacia Roma y sus instituciones, pero Marco Antonio pide permiso para hablar, se presenta con el cadáver ensangrentado de Julio César y desmonta todas las justificaciones de Bruto.

Julio César y Bruto
Su actitud es de engañosa humildad y de disculpa por no ser más que un simple ciudadano. No ataca directamente a los asesinos sino que les considera hombres honorables, ciudadanos ejemplares de Roma. No sé cómo, en un momento determinado, consigue sembrar la duda entre los romanos sobre la inexistente ambición de César. De una manera altiva y sibilina desmenuza todos los argumentos que antes había dado Bruto y consigue enardecer al pueblo romano que clama por la muerte de los asesinos a los que antes comprendía y disculpaba. Una capacidad de manipulación magistral.

Bruto ofreciendo su vida por Roma
La puesta en escena resulta muy teatral y a mí me gusta mucho por eso mismo. Nada desvía nuestra atención del texto de Shakespeare y de la intensidad con la que los actores lo dicen. No hay movimientos bruscos de cámara pero sí encuadres que resaltan la altivez y lejanía de los políticos y la supeditación de la muchedumbre tan manejable. Un clásico de cine para volver a ver periódicamente.

Marco Antonio ofrece el cadáver de César al pueblo de Roma

Los dos discursos magistrales me hacen pensar en lo que los políticos de hoy en día llaman transparencia. Presumen de actuaciones transparentes pero para la mayoría de la población daría lo mismo que fuesen unas actuaciones más opacas. Realmente, pocos tenemos la capacidad de discernir en los discursos políticos actuales qué decisiones se toman por el bien común y cuáles responden a intereses partidistas o personales o a la mera oportunidad política. En Colombia, después de más de 50 años de guerra, se convoca un referéndum sobre el proceso de paz y gana la opción “a mí que me importa”. Alrededor de un 60% de la población se ha abstenido de dar su opinión sobre el proceso de paz. Vistos estos resultados, ¿quién podría fiarse del criterio de la mayoría desinformada y manipulada? En Estados Unidos, ha ganado las últimas elecciones un candidato que miente y vive de realidades alternativas, de posverdades, en definitiva de mentiras. Estas realidades paralelas están hechas para convencer, son para-lelos. Pero no conviene reírse de ellas porque dan soporte a actuaciones políticas que son muy peligrosas y poco respetuosas para la dignidad humana.

El discurso de Bruto (no he podido encontrarlo en VO)

El discurso de Marco Antonio 

Director: Joseph L. Mankiewicz
Guión: Joseph L. Mankiewicz (sobre la obra teatral de William Shakespeare)
Música: Miklós Rózsa
Fotografía: Joseph Ruttenberg
Intérpretes: Marlon Brando, Louis Calhern, James Mason, Greer Garson, Deborah Kerr, John Gielgud

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