jueves, 26 de enero de 2017

Cine: Assassin's Creed de Justin Kurzel (2016)

La palabra asesino significa consumidor de hachís y es de origen árabe. El viejo de la montaña estableció en la fortaleza de Alamut, en el actual Irán, una comunidad religiosa musulmana muy estricta, de raíz ismaelita que se convirtió también en orden militar, extremadamente violenta en tiempos de las cruzadas. No sólo atemorizaban a los cristianos sino también a los musulmanes y entre ellos, especialmente, a los chiíes. 

Basándose en esta historia, se diseñaron unos videojuegos de aventura, Assassin’s Creed, ahora adaptados al cine, parece ser que fielmente. Básicamente se trata del enfrentamiento entre el bien y el mal, pero esta vez, paradójicamente el bien son los Asesinos y el mal los Templarios. Aunque los templarios fueron disueltos hacia 1300, para esta película siguen vivos, encarnados en la Santa Inquisición española del siglo XV.


Por supuesto, el enfrentamiento ha llegado hasta el siglo XXI, pero de una manera encubierta. Asesinos y Templarios buscan el fruto del edén. Supuestamente el fruto del edén puede controlar la voluntad humana y eliminar el libre albedrío, con lo cual se eliminaría también esa gran capacidad para la violencia que el humano tiene contra sí mismo y contra los demás.


En el año 2016, los Templarios se ocultan en Abstergo, una organización científica, radicada en Madrid, que investiga y experimenta con recuerdos genéticos. Recuerdos de nuestros antepasados que siguen figurando en nuestra cadena de ADN. Sincronizando estos recuerdos se pueden revivir situaciones del pasado a través de una máquina llamada Ánimus.


Michael Fassbender interpreta a Callum Lynch, un joven que desde la muerte de su madre y la desaparición de su padre ha vivido en varios orfanatos, correccionales y cárceles, hasta terminar condenado a muerte. Él no sabe que es descendiente directo de Aguilar de Nerja, un caballero asesino del siglo XV, que sabe dónde está oculto el fruto del edén. La doctora Sophia Rikkin y su padre Alan Rikkin, presidente de Abstergo, lo reclutan para revivir a Aguilar de Nerja. Pero las cosas no saldrán como ellos esperan.


La película es de pura acción digitalizada. Reproduce la estética del videojuego. Un escenario oscuro, mucha violencia, peleas y saltos perfectamente coreografiados, banda sonora hipnótica y, como dicen en algunas críticas de cine, cuando la acción decae Michael Fassbender se quita la camiseta. 


A veces resulta un poco pesado ver tanto salto y cabriola y se ve como un producto exclusivo para adolescentes. Pero tiene su gracia. Sobre todo porque una gran parte de los Templarios ya no buscan el fruto del edén, saben que no lo necesitan. Como su lideresa, interpretada por Charlotte Rampling, dice acertadamente, la gente ya no quiere ser libre, no necesitan ideologías que les prometan el poder, la libertad o la justicia. Se conforman con tener un poco de dinero para poder consumir. Esa es hoy la verdadera ideología esclavizante, el consumo. Así, si los seres humanos quedan reducidos con total naturalidad a comer y cagar, ya no se necesitan ni tanques ni el miedo al infierno para que estén dominados. Los Templarios del siglo XXI han ganado, al menos, hasta que Callum Lynch conecta con su antepasado Aguilar de Nerja.


Me extraña que, en las críticas que he leído, no se haga referencia a la actuación de Javier Gutiérrez. En mi opinión, uno de los mejores actores españoles hoy. Conocido por su papel de Satur en Águila Roja y por otros muchos más, el más reciente en 1898. Los últimos de Filipinas (excepcional también). Interpreta, en una aparición breve pero contundente, al único personaje que parece de carne y hueso, el inquisidor Torquemada. Atención al fotograma de Torquemada entre los Reyes Católicos. Película entretenida y casting impresionante.  

Director: Justin Kurzel
Guion: Adam Cooper, Bill Collage y otros (videojuego)
Música: Jed Kurzel
Fotografía: Adam Arkapaw
Intérpretes: Michael Fassbender, Marion Cotillard, Jeremy Irons, Javier Gutiérrez. 

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