jueves, 19 de enero de 2017

Cine: 1898. Los últimos de Filipinas de Salvador Calvo (2016)

Recuerdo haber visto varias veces, y siempre en televisión, Los últimos de Filipinas, la versión filmada en 1945 e interpretada por los principales actores de la época. Quedaba de esta película la resistencia heroica de los soldados frente a condiciones de extrema dureza pero puesta al servicio de la propaganda franquista. Esta conexión no le beneficiaba en nada, ni para verla como cine histórico ni mucho menos como cine de reflexión o denuncia del colonialismo o del absurdo de la guerra. 


Quedaban también de esta primera adaptación los ecos de una canción, Yo te diré… que vuelven ahora interpretados por una prostituta a la que le encantan los españoles. Un personaje poco y mal desarrollado y que es el que menos me ha gustado de esta nueva versión.


La verdad es que sobre los hechos históricos del Sitio de Baler sé muy poco y esperaba, después de la película, saber un poco más. Pero no ha sido así. Esperaba, esta vez, más cine de reflexión. Que en la película se incluyese lo que estaba pasando al mismo tiempo en España, si sabían que ese destacamento estaba sitiado o no, si la actuación de los oficiales fue la correcta y sobre todo qué pasó después con todos los soldados. Tampoco la película es muy explicativa respecto a la situación de Filipinas, su rebelión y sus deseos de independencia y sus relaciones con Estados Unidos.


Con la pérdida de Cuba y Filipinas se daría por terminado el Imperio Español, aquel en el que no se ponía el sol. En plena expansión, los Estados Unidos necesitaban controlar el Caribe y el futuro Canal de Panamá para evitar la circunvalación por América del Sur y respecto a la Costa Este, también debían controlar el Pacífico, a través de los archipiélagos de Guam y Filipinas para asegurarse el acceso a Asia. Así que, los legítimos deseos de independencia de estos territorios fueron convenientemente avivados por la intervención, evidentemente interesada, del gran amigo americano. Después de buscar información esto me ha quedado claro.


Pero, me queda la duda de si el sitio y las muertes que se produjeron se podían haber evitado. Si el teniente Martín Cerezo, interpretado por Luis Tosar, se comportó erróneamente, por pura cabezonería y falta de visión o si su sentido del deber le impulsó a comportarse como un suicida. Los personajes, excepto lo ya comentado, están bien delineados y muy bien interpretados; aunque no me parece tampoco muy interesante incluir a un sacerdote adicto al opio que, consciente de que se acerca su final, parece que lo acelera con una dosis de más. Creo que no aporta mucho, aunque Karra Elejalde lo interpreta alternando la picaresca, las verdades como puños y la ternura porque es un actor más que solvente.


Otros personajes son: el veterano (Javier Gutiérrez), maleado por las circunstancias, que ha sobrevivido ya a unas cuantas batallas y vive de la desesperanza y el resentimiento. Está dispuesto a seguir matando porque matar envicia y se ve que él disfruta con ello. Es ya lo único que le queda y que sabe hacer muy bien. El joven idealista (Álvaro Cervantes), con talento para la pintura y una sensibilidad especial que se verá marcada para siempre con esa aventura. El cobarde, que a la mínima oportunidad deserta y se engancha con los aparentemente vencedores, está interpretado por Patrick Criado. Todos ellos excelentes junto con Eduard Fernández y Carlos Hipólito.


La película sí que incide, desde los primeros planos, en la falta de preparación de los soldados. Todos ellos jóvenes reclutas que estaban haciendo el servicio militar, aunque para algunos existían maneras de evitarlo. Se podía pagar una cantidad de dinero para que el recluta quedase exento o fuese sustituido por otro. Así que a estos destinos iban los soldados de las clases sociales más bajas, aquellos que no tenían dinero para evitarlo. No sabían leer ni escribir, apenas habían salido de sus pueblos, tenían que dejar sus oficios y perder el salario que entregaban en sus casas. Y a cambio de ese reclutamiento forzoso, y en este caso de su heroísmo inútil, no obtenían más que enfermedad y muerte; la prueba de ello está en que ninguno de los soldados sitiados recibió ninguna condecoración.


Martín Cerezo sí que regresó a España, fue recibido con grandes honores y continuó con su carrera militar. También escribió un libro sobre sus recuerdos del Sitio de Baler y según una noticia aparecida en heraldo de Aragón, a su vuelta litigó contra el estado para obtener una pensión y reconocimiento para quienes habían sido los últimos de Filipinas. No lo consiguió.


Dirección: Salvador Calvo 
Guion: Alejandro Hernández
Fotografía: Álex Catalán
Intérpretes: Luis Tosar, Álvaro Cervantes, Javier Gutiérrez, Karra Elejalde, Carlos Hipólito, Eduard Fernández, Patrick Criado.

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