lunes, 28 de noviembre de 2016

Cine: Viridiana de Luis Buñuel (1961)

Viridiana supuso, para Buñuel, volver a rodar en España después de años de exilio en México. Y para España, fue un absoluto escándalo que no pudo verse en cines comerciales hasta más de diez años después de filmada, a pesar de haber recibido la Palma de Oro de Cannes en 1961. La Iglesia Católica la condenó por sacrílega y blasfema y la mayoría del público sigue viendo en esta película, la combinación perfecta de erotismo reprimido y mística decadente.




A pesar de la belleza y luminosidad de Silvia Pinal, todo en la película es oscuro. Es una exhibición impúdica pero sin ningún tipo de condena de todo lo feo, lo andrajoso, la pobreza, la enfermedad y la abyección de los seres humanos. Esta vez la crítica de Buñuel no se ceba en la burguesía ni en la clase media; esta vez es, especialmente, cruel con los pobres más perdidos que la novicia Viridiana haya podido encontrar.


Para Buñuel, el surrealismo era esto. Debía ser una crítica feroz, no un mero ejercicio estético, sino verdadera crítica social del bello mundo burgués y, en este caso, también de su brote espurio, la pobreza. El surrealismo debía ser para Buñuel una ética crítica porque, tal y como dice en sus Escritos publicados por Páginas de Espuma, “El verdadero opio del pueblo es su conformidad”.


Buñuel nació en Calanda. Su padre había emigrado a Cuba y hecho fortuna allí. Volvió a su pueblo con más de 40 años y se casó con una joven apenas adolescente. La fortuna de su padre le permitió a Buñuel interesarse por la música y la literatura al principio y, después de trasladarse a París, empezó a trabajar en el cine. Siempre arrastró una educación católica represiva, propia del siglo XIX y de nuevos ricos burgueses que quieren emular a los ricos de casta.


Buñuel exorcizó en esta película una perversión adolescente que él mismo reconocía. Estuvo enamorado de la reina Victoria Eugenia y en sus desvaríos oníricos soñaba que la drogaba y podía acceder a ella. Tal y como don Jaime, fetichista y representante de esa España decadente y atrasada que puede vivir de rentas y de empobrecer a los demás con su desidia, hace con la novicia Viridiana, que le recuerda tanto a su esposa muerta en la noche de bodas. Un deseo que parece no ser tan inhabitual en los hombres. En la prensa cada vez salen más noticias del aumento de denuncias de violación por sumisión química. 


Después de este magnífico arranque, el resto de la película mantiene una cierta fragmentación y así lo reconoce Buñuel, afirmado que fue en la película en la que más libre se sintió. Supongo que su subconsciente le enviaba imágenes que le parecían adecuadas y supo encontrar el hilo conductor que les diera un cierto sentido narrativo. Los objetos y los símbolos cristianos también contribuyeron a hilar esta narración. De esta manera, el saltador que don Jaime regala a la niña, termina siendo la cuerda con la que después se ahorcará y, al final de la película el mendigo que intenta violar a Viridiana, utilizará este mismo saltador para atarse los pantalones. Todos acaban así unidos por el mismo hilo vital o mortal.



Viridiana, Silvia Pinal, es una novicia a punto de tomar sus votos definitivos. Tiene que ir a despedirse de su familia y su familia sólo es su tío. Un vejestorio interpretado magníficamente por Fernando Rey. Esta visita cambia su vida. Dejará el convento, pero no su fe y su dedicación a los más pobres. Creará en el caserón de su viejo tío, un asilo para pobres que, a la mínima ocasión, se revelarán contra ella y le lanzará a la cara su resentimiento de siglos. Se puede interpretar también a Viridiana como un ser idealista y puro, como don Quijote, tratando de desfacer entuertos seculares y atacado por aquéllos a quienes sólo desea socorrer. Al final, Viridiana tiene que reconocer que intentar ayudar a aquéllos a quienes siempre se ha tratado como animales ha resultado ser un absoluto fracaso y tiene que pensar en qué hacer con su vida.


Pero ahora no está sola. Don Jaime, antes de suicidarse, ha reconocido a su hijo bastardo y le ha dejado su herencia. Jorge (Francisco Rabal) es un guapo mozo que aporta sangre nueva a la decadencia. Buñuel había previsto una escena final, en la que Viridiana entrase en el dormitorio de Jorge pero la censura la consideró demasiado explícita y le propuso otra que resultó ser una vuelta de tuerca mucho más perversa que la escena original.


Viridiana se suelta su preciosa melena rubia platino, que siempre ha llevado en moño y cubierta con un pañuelo, y se dirige al dormitorio de Jorge, donde se encuentra con él y con la criada, madre soltera y enamorada de Jorge, Ramona (Margarita Lozano). Termina la película cuando Jorge dice algo así como siempre me imaginé que mi prima Viridiana terminaría jugando al tute con nosotros. El subconsciente del censor le traicionó y, en realidad, propuso un magnífico ménage à trois.


Dirección: Luis Buñuel
Guion: Luis Buñuel, Julio Alejandro
Música: Gustavo Pitaluga
Fotografía: José F. Aguayo 
Intérpretes: Silvia Pinal, Fernando Rey, Francisco Rabal, Margarita Lozano, María Isbert, Lola Gaos. 

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