lunes, 17 de octubre de 2016

Ópera: Werther de Massenet (2016)

En 1774, Goethe publicó Las penas del joven Werther, una novela epistolar parcialmente basada en un episodio de su juventud. Tuvo tal éxito que el autor acabó maldiciéndola; ya que la mayoría de sus admiradores se limitaron a leer únicamente esta obra y no apreciaron el resto de su producción. Además, la novela creó tendencia. Los jóvenes se vestían y adoptaban las maneras del protagonista e incluso imitaron su suicidio. Es lo que se llamó la “fiebre de Werther”. Fue una de las novelas más importantes de su época. Se puede encuadrar en el movimiento literario alemán Tormenta e ímpetu, precursor del Romanticismo, en el que se potenciaba la expresión de la subjetividad individual, la emoción y las pasiones sin cortapisas. 




Casi un siglo después Massenet compuso la música para el libreto que adaptaba esta novela. Se considera una de las óperas más difíciles de representar para un tenor, puesto que tenía que extremar su expresividad. Sin embargo, los libretistas, Edouard Blau y Paul Milliet, tuvieron que “inventar” el personaje de Charlotte porque en la novela original, las cartas sólo aportan la visión del joven Werther: sus sufrimientos, su carácter melancólico y apasionado y su desesperado final.


Así, en la adaptación para la ópera, ambos personajes comparten protagonismo aunque se manifiestan como totalmente antagónicos. Werther es apasionado, individualista y un poco caótico como corresponde a un poeta. Charlotte por el contrario, es una buena hija, la hermana mayor que tiene que ocuparse de sus 6 hermanos huérfanos y que ha prometido a su madre, en el lecho de muerte, que dará su consentimiento a una buena boda para asegurar el futuro de sus hermanos. Sin embargo, el amor se cruza en su camino y descubre su individualidad con Werther. Hasta entonces había sido una joven pragmática y simple. No se le había ocurrido que pudiese tener una vida propia ni mucho menos que pudiera elegir su propio destino. Todo ello se queda en una tentativa porque al final, no se atreve a desafiar las normas y a su familia. A pesar de ello, su destino será trágico. Tal y como Werther invoca a la naturaleza para que le ayude en sus penas, Charlotte invoca a Dios para que la salve de la pasión destructiva y la asista en su matrimonio sin amor con Albert. Sin éxito, por supuesto.


En esta producción, lo que más me ha gustado es la impresionante evolución en el carácter de Charlotte. La mezzosoprano Joyce DiDonato da cuerpo a esa evolución pasando de la ñoñería de la joven Charlotte del principio a la mujer desgarrada por la pasión de Werther. Para mí el personaje de Charlotte resulta más complejo que el de Werther. Vittorio Grigòlo interpreta al poeta Werther y aunque también está espléndido, no se luce como ella porque su papel es más previsible.



La escenografía es muy sencilla. Los personajes quedan expuestos a la luna llena o a un cielo intensamente azul pero avasallador e inmisericorde o al interior de una casa burguesa oscura y triste. No existe, para ellos, un entorno amable donde vivir su amor. En el enfrentamiento que se produce entre Werther y Charlotte, entre, por un lado, la naturaleza, la pasión y el amor y por otro la sociedad, el matrimonio y el deber, ninguno de los dos sale victorioso. Resulta conmovedora. Como curiosidad, apunto que la Criatura de Mary Shelley, en Frankenstein aprende a leer con Las penas del joven Werther.


Música: Jules Massenet
Libreto: Edouard Blau y Paul Milliet (Goethe)
Director de Orquesta: Antonio Pappano
Director: Benoît Jacquot
Puesta en escena: Andrew Sinclair
Escenografía e iluminación: Charles Edwards
Vestuario: Christian Gasc
Intérpretes: Vittorio Grigòlo, Joyce DiDonato, David Bizic, Heather Engebretson. 



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